De forma personal, la lectura ha sido una actividad muy placentera para mí desde que tenía 14 años, aproximadamente, pero realmente comencé a adquirir un ritmo de lectura más constante a partir de los inicios de mis veintes. No obstante, yo no solía pensar mucho sobre quién había escrito la novela, historia o cuento que estuviera leyendo; solamente trataba de encontrar algún título o reseña que se me hiciera atractiva y llamara mi atención lo suficiente para considerar que disfrutaría el libro de igual manera que lo hacía con su sinopsis. Conforme pasaron los años después de eso, pude leer muchos trabajos literarios maravillosos, tales como "Cien años de soledad", "Marianela", los magníficos cuentos de Oscar Wilde y demás, pero creo que puedo decir que el día que me enamoré completamente de la lectura fue cuando decidí leer "Orgullo y prejuicio", creada por la asombrosa escritora inglesa Jane Austen: con cada una de sus líneas, pude descubrir un mundo diferente, muy lejano de aquí pero, inesperadamente, tan realista y vívido como nuestra vida en la actualidad. Pero, incluso en ese momento, nunca me di cuenta que existía otra razón por la que esa hermosa narrativa era también diferente a otros textos que había leído hasta ese momento; mi nueva (y hasta ahora) novela favorita había sido escrita por una chica.
Entonces, más o menos dos años después, conocí a través de Facebook a la más genial colectiva de chicas lectoras: Libros b4 tipos. De la mano de ellas y del maratón Guadalupe Reinas 2018, pude notar que casi todos los textos que había leído hasta ese momento habían sido escritos por hombres, y que solamente dos o tres ejemplares de mi librero habían sido escritos por mujeres. Así que, como seguramente nos pasó a muchas de nosotras, decidí unirme a la siguiente dinámica de Libros b4 tipos, denominada "Leemos juntas", en la cual exploraríamos el escrito de una autora diferente durante cada uno de los meses del 2019. Desde ahí, empecé a encontrarme con otras varias escritoras, y pude también percibir que, en efecto, los escritores masculinos, sus ideas y deseos son muchas veces predominantes en el mundo literario, de igual manera que sucede cotidianamente en nuestra sociedad, además de lograr apreciar que la literatura creada por mujeres se presenta ante mí con una perspectiva distinta, mucho más personal y cercana que la de varios de los textos engendrados por escritores varones. Sin embargo, debo decir que solo pude volver a experimentar aquellas intensas sensaciones que tanto me embelesaron hasta que decidí dedicarme a disfrutar algunos de los sonetos de Sor Juana Inés de la Cruz, con los que pude escuchar de nuevo esa suave, gentil y poderosa voz en mi mente, contándome sobre sus emociones, sus pensamientos y su vida a través de solamente unas pocas líneas.
Claramente, han existido otras autoras que me han brindado soporte en muchas ocasiones, tales como Louisa May Alcott, Elena Garro y demás chicas con libros maravillosos, así como un numeroso grupo de mangakas que me han regalado sus historias, con las que he podido identificarme y divertirme en un sinnúmero de ocasiones pero, de todas estas vivencias, justo ahora puedo recordar aquellos dos momentos citados anteriormente como las mejores experiencias que he podido probar; dos situaciones y tipos de textos muy diferentes entre sí pero, en ambos casos, el encuentro con una persona desconocida, una amiga distante que sabía todo acerca de nosotras, de nuestras vidas y nuestra realidad sin necesidad de preguntarnos nada, que nos acompaña y nos entiende sencillamente porque ella, en el mundo en el que le tocó vivir, también experimentó en carne propia nuestras dudas, temores y sensaciones que nosotras, que dejó marcado su legado y ahora, justo en el momento preciso, ella regresa para ayudarnos a ser la mejor versión de nosotras mismas, regresa para salvarnos.